Tengo un vicio confesable: los libros. Sé que es una afección bastante común, puesto que varios de mis amigos la sufren, y más personas que conozco. Salir de una librería con las manos vacías es prácticamente imposible, y si es una librería con una buena sección de música, ni se contempla. Me amparo además en el hecho de no disponer, en mi ciudad, de ninguna librería musical bien nutrida… o eso creía hasta ahora. En las últimas dos semanas, y por casualidad, he descubierto no uno, sino dos tesoros a los que pienso sacar astillas, y de forma muy intensa en el próximo mes y medio. No obstante, tengo también una pequeña colección de libros de mi propiedad sin leer o a medio leer, y, salvo algunos que ya me han prestado, pienso dedicarme primero a los míos.
He comenzado por la relectura de un libro que en su momento no terminé (y que me fue recomendado por mi amigo Victor Guaita, como yo incansable buscador): Elementos constitutivos de la música, del compositor Ernst Toch (por si alguien no lo ubica, el de la genial Fuga Geographica).
Es una obra difícilmente clasificable, probablemente por su propio afán de «no clasificación». Toch se sirve de un puñado de ejemplos musicales para conseguir que nos fijemos en la mágica sencillez de composición de la argamasa que se emplea en la construcción musical; sencillez que tiende a difuminarse bajo las reglas tan rígidas que suelen guiar los primeros pasos de un estudiante de armonía o de análisis. Cuatro son los elementos: armonía, melodía, contrapunto y forma. Sobre el contrapunto encontraremos sólo un breve comentario (los novatos como yo hubiéramos deseado algún apunte más), pero los otros tres son tratados por extenso, con detención, con fruición.
Está lo más alejado posible de un manual de estudio, o de las tendencias enciclopedistas de definición excluyente que se encuentran a menudo en las publicaciones sobre música, y quizá sea sin embargo uno de los mejores libros que se pueden suministrar al estudiante que va a enfrentarse al análisis musical -o a la composición-, ya que tiene cualidades de «preparador» mental, de liberador de prejuicios. Pero no se trata de un libro «antisistema»: simplemente, Toch es capaz de relativizar lo escolástico, de elaborar definiciones de forma constructiva, por eliminación, por simplificación, de detenerse en una cuestión todas las veces que lo considera necesario, y de ir también al fondo mismo de las cosas, explicar lo que se suele dar por hecho, diferenciar lo que suele confundirse.
Y si es magistral Ernst Toch en su visión musical, no lo es menos en su tarea de escritor. Consigue una obra que nos lleva de la mano, nos involucra, nos incita a asomarnos curiosos a cada uno de los fragmentos musicales -es conveniente leer sentado al piano-, e incluso nos permite deleitarnos en sus juegos con las palabras y en sus preguntas sobre el modo en que éstas se relacionan con la música. Pero nadie mejor que el propio autor para ejemplificar el espíritu del libro:
La química llama al agua H2O. Pero ese H2O aparece en una continua cadena de situaciones, cada una de las cuales representa un eslabón entre eslabones. La nube, la gota de lluvia, la llovizna y el aguacero; el campo nevado y el simple cristal de nieve, el aguanieve, el granizo y el hielo; la niebla y el rocío; el manantial, el arroyo, el riachuelo, el océano; el vapor y el vaho: de todos ellos ¿cuál es el verdadero H2O? Es líquido, sólido y gaseoso; es incoloro, verdoso y azul oscuro. Incluso el arco iris es H2O bajo ciertas condiciones. Pongamos la nota en el lugar de la molécula y nos encontraremos ante la multiplicidad de sus manifestaciones.
Un libro a recomendar para todo aquel que sienta que necesita dar sentido y unidad a su formación musical previa.
(Idea Books, Barcelona, 2001, traducción de Juan José Olives. Título original: The Shaping Forces in Music, The Ernst Toch Society, 1977.)
Interesante analisis, me gustaria saber tocar piano para cuando leo el libro poder hacer los ejemplos por mi mismo y entenderlos mejor, pero aun asi es un libro muy util, gracias por tu analisis