Notas al programa 12.4.12

¿Y a qué viene ahora un programa dedicado enteramente a Mozart?

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) fue uno de los mayores genios musicales de todos los tiempos. Concertista de instrumentos de teclado y de violín desde tierna edad y compositor desde que tuvo uso de razón, en sus 35 años de vida dio lugar a más de seiscientas composiciones de todos los géneros musicales, consideradas en su mayoría obras maestras. Aunque con 17 años fue contratado como músico en la corte de su ciudad natal, Salzburgo, una búsqueda incesante de mejores puestos de trabajo le llevó -como veremos- a viajar repetidas veces por Europa, antes de establecerse definitivamente en Viena.

Se presentan hoy una de sus obras de juventud y tres de madurez, que pretenden servir como muestra de su versatilidad, de su capacidad expresiva, de la riqueza de su imaginación; en fin, de que esta “música del paraíso”, sobrenatural pero a la vez muy humana, puede escucharse sin cesar.

 

Sonata para piano a cuatro manos en Re Mayor, K. 381

Las primeras obras para piano a cuatro manos datan de mediados del siglo XVIII. Se trata de una  música que nace en el ámbito doméstico, surgiendo como respuesta a una época en la que la actividad musical constituía a su vez un acto social: con el repertorio para cuatro manos familiares o amigos podían compartir el instrumento haciendo música a dúo o interpretando arreglos de reducciones de la música orquestal de la época. Sin embargo su apariencia sencilla encierra, además de los problemas propios de la interpretación en grupo, complejidades muy particulares derivadas de la limitación del espacio para dos intérpretes. Por otro lado, de su origen íntimo evoluciona progresivamente a lo largo del siglo XIX hacia un repertorio más virtuosístico encaminado a las salas de conciertos.

Mozart fue el primer gran compositor en aportar repertorio trascendente de piano a cuatro manos (no en vano tocaba a menudo junto a su hermana Nannerl). La Sonata en Re Mayor que se presenta aquí es una obra de juventud, compuesta a los 16 años en Salzburgo. Sus movimientos extremos, cuyo estilo concertante alterna las partes tutti y soli (pudiéndose comparar con una reducción para piano de una sinfonía italiana); contrastan con el Andante central, done una tierna melodía  pasa alternativamente de una a  otra parte, dialogando la voz superior con la grave, la  cual constituye un verdadero bajo violonchelístico.

 

Sonata para violín y piano en Mi menor K. 304

Mozart salió de Salzburgo en septiembre de 1777 acompañado de su madre, en busca de un puesto de trabajo acorde con su talento. Pasó por Mannheim, París y Munich para volver a su ciudad natal dos años después sin ningún resultado, y habiendo sufrido la repentina muerte de su madre en París, el 3 de julio de 1778.

En torno a esa fecha el compositor de 22 años escribe la sonata que hoy escucharemos como parte de una colección de seis, publicada en el mismo año y dedicada a la Electora Palatina. Es la única de las aproximadamente 35 sonatas para violín y piano que compuso durante su vida -incluyendo las que dejó sin terminar- que está escrita en una tonalidad menor. Toda la obra tiene un carácter dramático: el primer movimiento es incluso violento, y el Tempo di minuetto es más íntimo, pero serio: el piano solo presenta el tema que continuará repitiéndose a lo largo de casi todo el movimiento, hasta llegar a una sección en Mi Mayor calmada, luminosa, que nos lleva a un estado más positivo antes de terminar la obra.

El musicólogo Alfred Einstein consideraba esta sonata “uno de los milagros entre las obras de Mozart”.

 

Sinfonía Concertante para violín, viola y orquesta en Mi bemol Mayor, K. 364

Tras morir su madre en París, Mozart volvió a la ciudad de Mannheim, entonces un importantísimo centro musical gracias a su orquesta, asombrosamente disciplinada para Mozart, y dirigida por Cannabich, a quien consideraba el mejor director del mundo. Tenía además otro interés en esta ciudad, y es que antes de viajar a París había conocido allí a la familia Weber y se había enamorado de una de las hijas, Aloysia, aunque sería con la hermana de ésta, Constanza, con quien se casaría años después. En esta época, tras la que volvería a Salzburgo, compuso aparentemente la Sinfonía Concertante para violín, viola y orquesta, además de otra para instrumentos de viento. El género de Sinfonía Concertante, a medio camino entre una sinfonía y un concierto para más de un solista, estaba de moda en Francia y fue allí donde Mozart comenzó a idear estas obras. La composición para orquesta de esta obra refleja el alto nivel que las orquestas europeas, lideradas por la de Mannheim, estaban alcanzando en este momento.

 

Dúo para violín y viola en Sol Mayor, K. 423

En julio de 1783 Mozart llevó a su ya mujer Constanza -que acababa de dar a luz al primer hijo de ambos- a Salzburgo, para presentársela a su padre y a su hermana, quedándose allí tres meses. Durante la visita, Mozart escribió los dos dúos para violín y viola, sus únicas obras para esa formación; según escribiría después Constanza, los compuso para ayudar a Michael Haydn (hermano de su gran amigo Joseph, “papá Haydn”), quien había recibido un encargo del arzobispo Colloredo para escribir seis y cayó enfermo tras terminar los primeros cuatro. Así, los de Mozart se publicaron como los números 5 y 6 y confundieron, aunque no hizo ningún esfuerzo por copiar el estilo de Haydn (de hecho, se pueden ver pequeños guiños a otras obras del mismo Mozart). Más bien se sintió estimulado por esta instrumentación tan poco habitual y dio lugar a dos obras de primer nivel, aunque estén entre las menos conocidas del Mozart maduro. El compositor tenía en gran estima estos dúos, como muestra el hecho de que no se los regalase totalmente a Haydn: en varias cartas a su padre escritas más tarde desde Viena, pide que le envíe las partituras desde Salzburgo.

Sara Peral e Irene Benito.

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