Beethoven fue el primer autor en componer sonatas para violoncello y piano, y contribuyó al género con cinco de estas obras. La Sonata nº 3 fue escrita en 1808, año prolífico que vio nacer también su concierto para violín y sus sinfonías 5 y 6. Fue dedicada al barón von Gleichenstein, cellista amateur que patrocinaba económicamente la estancia del autor en Viena. La obra exhibe osadía formal, con inusual pluralidad de temas en el primer movimiento – originalmente abierto por el cello solo-, o la repetición del trío en el scherzo.
Quizá al haberlo estudiado en su juventud, Schumann tenía particular inclinación hacia el violoncello, privilegiado en sus composiciones sinfónicas y protagonista de uno de los dos conciertos que escribió. Concibió las Cinco piezas en estilo folklórico en 1849; constituyen un ciclo de gran cualidad melódica, variado en caracteres y a la vez concebido como una unidad en que las piezas se interrelacionan. Fueron estrenadas por su mujer Clara al piano y el jovencísimo virtuoso Friedrich Grützmacher.
También estrenó Clara Schumann, mentora de Brahms, las Variaciones sobre un tema original que éste escribió con 24 años. El género de la variación había caído en desuso tras Beethoven y Schubert, pero Brahms supo apreciarlo y recuperarlo, dándole nueva grandeza. Aplicó su capacidad de transformación melódica y armónica -que puede verse en la coda, construida sobre un motivo de dos notas procedente del tema- y su dominio del contrapunto: es notable el canon en movimiento contrario de la variación 5.
En 1939 Prokofiev fue obligado a escribir la obra Zdravitsa para el régimen estalinista. Inmediatamente después, se lanzó a plasmar sus propios sentimientos en la composición de tres sonatas para piano desgarradas, casi agresivas, denominadas “sonatas de guerra”. Inestable en todos los aspectos (rítmico, tonal, modal) la nº 6 es la primera de ellas.
Irene Benito
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